¿Y tu hermana?

El día empieza como los demás de la semana. Lo único cambiante es el nombre. -Chinga, ya se me hizo tarde-. Un licuado de plátano con huevo es práctico para desayunar. No hay tiempo ni para bañarse. –No es por presionarte, pero ya no es tan cómodo esperarte en el sol-, -¡Ah, jodida! Pérame tantito-.
When the siren's flash is gone, and we're left to carry on, all the memories are too few… empieza travesía, larga, muy larga. Pero no por distancia, sino por tiempo. –Ya, ya llegué, calmada-.
Hecha la entrega, Mariano se dispone a seguir al camino. Es cuestión de encontrar el número exacto. Por lo demás no hay pierde. –¿Batallaste para llegar?-, -No, ái nomás seguí los números-.
Sigue su camino, porque hay aún más paradas que hacer. Las siguientes son más cortas: tres, cuatro, cinco (que se tarda más de lo pensado). La sexta y final -¡Putas! No imaginaba que fuera tan tardado-. Pero ya ha pasado toda la fase previa. Ahora sí se viene la fase final, la importante, para lo que se hizo todo el desmadre anterior.
Y empieza el cortejo. Se hace un poco difícil, no hay tanta cooperación, pero ya saldrá todo bien. Se miran a los ojos y empiezan los flashazos. De frente, de espaldas, acostados, en el suelo, en la silla. Hasta a un banco fue partícipe de tal ritual. Y seguían clavados en sus quehaceres.
-Ya, acabamos­. ¡Muchas, muchas gracias! Estuvo muy bien. –
Cansado por ardua tarea, Mariano se decide a recoger todo el material que se ocupó. Limpiar las ventanas y sacudir el suelo, tarea fácil, si es que no estás a punto de caer rendido.
-Ah, jijo. Pinche cansado que estoy-. Jamás antes lo había hecho y la fatiga lo encadena a su cama. Ahora toca volver al lugar en el que se encontraba antes de empezar el día. Terminarlo y empezar el siguiente.